Saturday, August 25, 2007

La Fotografía de Roberto Koltún


La exposición de fotografía de Roberto Koltún se inauguró ayer en Renee Gallery, 1331 SW 8 St.

Yo pasé por allí porque conozco a Koltún desde hace muchos años y quería ver su obra y felicitarlo por su éxito y su talento.

La última vez que me tropecé a Koltún fue en el lobby del Miami Herald hace siete años y como 20 libras menos, así que cuando nos vimos frente a frente en la galería, él me miró como diciendo “¿de dónde yo conozco a la gordita esta?” Pero me saludó cordialmente y tuve oportunidad de felicitarlo que era lo que yo quería.

Lo dejé felizmente ofreciendo entrevistas a los periodistas y camarógrafos que lo rodeaban y me deslicé trabajosamente entre bastante gente que había allí apreciando la obra y celebrando el momento con deliciosas croqueticas y otros piscolabis.

Miré todas la fotos exhibidas y me sentí orgullosa de conocer al artista y aunque anteriomente hice alusión a mis 20 libras de más no probé ni una croqueta…pa’ que lo sepan.

Cuidando de no pisar a nadie y que nadie me pisara a mi, me deslicé de vuelta hacia el primer saloncito donde estaba el libro de firmas de visitantes.

Allí le dejé a Roberto el sentimiento que me inspiró su obra y que ahora comparto con los ojos perdidos que llegan a este blog.

Me causa mucha alegría

Ver, del amigo Koltún,

Activo como un zun zun,

Su bella fotografía.

Está hoy esta gallería

Con tu talento adornada,

En sus paredes colgada

Aprecio con emoción

La exquisita percepción

Del lente de tu mirada.

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Friday, August 24, 2007

Matilde Camejo

Homenaje a Matildita en su Cumpleaños

Un día como hoy, unos cuantos años atras, nació un niña en un pueblito tan pequeño e insignificante que ni siquiera está señalado en el mapa. Era la quinta hija de un matrimonio de campesinos pobres.

De los primeros años de su infancia en aquel pueblo remoto solo quedan recuerdos imaginarios. Era una niña delgada, de piel blanca y cabello negro ensortijado, ojos grandes y expresivos y un tonillo melodioso al hablar que más tarde se convertiría en voz prodigiosa.

Se llamaba Matildita. La imagino desde pequeña ayudando a su madre en sus sucesivos partos, cuidando a sus hermanas menores, respetuosa de Dios y de sus mayores.

Segura estoy que quizá se permitió alguna travesura, cualquier cosa insignificante que más tarde le trajera un doloroso cargo de conciencia. E imagino a Dios sonriendo divertido ante su inocencia.

De aquellos remotos parajes, los padres de Matildita se trasladaron laboriosamente hasta la capital. Un viaje largo y extenuante del que ella sólo conservaba un vago recuerdo.

Al llegar a la capital ya eran seis hermanos, y pronto llegaron dos más. A los padres les resultaba dificil mantener un hogar con ocho hijos, pero afortunadamente los tres mayores ya estaban en edad de ganarse el sustento y ayudar un poco a la familia.

Una vez instalados modestamente en un barrio poblado, en su mayoría, por inmigrantes españoles, el padre de Matildita consiguió trabajo en los muelles del puerto. La madre cuidaba de las cinco hijas más pequeñas.

A Matildita le gustaba patinar. Era su más preciada diversión. En aquellos edificios antiguos de largos pasillos, ella daba rienda suelta a sus dos pasiones, el canto y el patinaje. Patinaba entonando melodías populares con aquella voz que desconcertaba a cuantos la escuchaban. ¿Cómo podía aquella chiquilla delgadita y tíimida poseer semejante vozarrón? Se preguntaban.

Pero el talento de Matildita no se limitaba a una voz de extraordinario alcance. Poseía además el dominio del cante hondo, el cante flamenco, con el característico gorgogeo que muy pocos gitanos genuinos han logrado inmortalizar.

¿De donde le venía ese talento artístico a la hija de los campesinos? Dicen que de su abuela. O quizá fue el regalo adelantado de Dios por ser tan buena hija, tan buena hermana, tan buena esposa, tan buena madre, y tan buena amiga, sin dejar de ser perfectamente humana

A los once años de edad, la niña de Dimas, el pueblecito perdido en lo más remoto de la provincia de Pinar Del Rio, reventó en aplausos emocionados el legendario teatro Marti, al presentarse en el programa de búsqueda de talentos de aquella época conocido como La Corte Suprema del Arte.

La llevó su hermano mayor, a escondida de su padre, pero animada por amigos y otros familiars a los que también habia impresionado con su arte.

Matildita triunfó en Cuba con su pico de oro, y disfrutó una exitosa carrera, primero en la radio, donde se le llamaba La Voz Gitana de la Radio, y después en la televisión, en donde fue de las primeras artistas cubanas en tener un programa, Coplas, Guitarras y Castanuelas.

En sus primeros años de vida artística, acompañada y protegida siempre por sus celosos hermanos mayores, se la vinculó románticamente con el campeón italo-americano de boxeo Tony Cazoneri, que a la sazón visitaba la isla, pero eso sólo fue un ardid publicitario porque Matildita, que para entonces ya era conocida con todas las letras de su nombre, Matilde Camejo, se enamoró a los 14 años del escritor Juan Herbello, hombre al que le dedicó su vida y por el que sacrificó lo mejor de su carrera para convertirse en esposa y madre.

Matilde nunca visitó España, porque cuando se le ofreció el contrato para presentarse con las grandes figuras de la música flamenca, ella prefirió no separarse de Juan. Pero España estaba en ella, nació con ella, vivió con ella. Matilde se conocía España como la palma de su mano (así recuerdo que lo decía). Y podía imitar las diferentes formas de hablar de los españoles de cada región como si hubiera vivido en cada una de ellas. Además de cantar flamenco como nadie, recitaba los versos de Lorca con la misma pasión con que él los escribiera. Parecía que realmente había encarnado el alma de su abuela.

Matildita, la Niña de Dimas, la Voz Gitana de la Radio, la amante esposa de Juan Herbello, mi mamá querida, ya no está fisicamente en este plano. Nos dejó hace cinco años para reunirse con los ángeles que la enseñaron a cantar.

Pero hoy es su cumpleaños y mi hemana y yo y todos los que la queremos y a los que ella quiso lo celebramos porque tendremos siempre fresca la huella de su paso por la vida.
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Thursday, August 23, 2007

Snack Time the Movie

Mi incursion por el cine

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Sexo en la Tercera Edad

Según una encuesta reciente, adultos entre las edades de 57 y 85 años revelaron que son sexualmente activos, contrariamente a lo que sus propios nietos pudieran pensar.
En realidad los más jóvenes asumen que a cierta edad se pierde el interés por el sexo y no es hasta que llegan allí que comprenden que los únicos factores que disminuyen la actividad sexual a cualqueir edad es tener una mala salud o no tener con quien practicar el sexo.

No hace mucho se publicó una noticia sobre un anciano de 90 años en la India que acababa de tener su noveno hijo. La esposa tiene 50 años. El señor dijo que se mantiene fuerte y saludable tomando leche de camello a diario.

¡Que viagra ni viagra!.

Sobre este tema escribí las siguientes décimas.


KAMASUTRIS?

Si pensaron que moría
el sexo a avanzada edad,
este estudio en realidad
a muchos sorprendería.
No existe tal apatía
sólo por estar más vieja,
lo que a las damas aqueja
y célibe las mantiene
y ante el sexo las detiene
es la falta de pareja.

Hay parejas de viejitos,
yo te digo y no te engaño,
que al meno’ una vez al año
agarran mangos bajitos.
Ya sabes que no son mitos.
Este estudio lo asegura,
No resulta una locura
ya está visto y comprobado
que es el sexo disfrutado
también en la edad madura.
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Tuesday, August 21, 2007

El Juego de la Espera

El otro día, mientras manejaba hacia la casa, me tocó detenerme en un semáforo que acababa de cambiar a la luz roja. Como otras veces lo hago, traté de contar los segundos que se tarda en cambiar la luz. Que sea más, o menos, depende de la intersección. En este caso yo sabía que serían pocos segundos porque era uno de esos semáforos atravesados que aunque tengan su razón muy válida de estar ahí a una le parece que lo hacen nada mas que por jo...pero bueno. Otras veces he contado el tiempo que tarda en cambiar esa luz y es aproximadamente 16 segundos.

Esta vez quise jugar a esperar que cambiara la luz sin contar los segundos, ni distraerme mirando para los lados a ver que cara tiene el vecino conductor o quien está cruzando la calle. Otras veces me distraigo y enseguida cambia la luz. Esta vez no quería distraerme. Quise esperar, segundo por segundo, para medir el efecto de la espera.

Fue una experiencia intensa.

Miré hacia la luz roja. Sentí un fuerte impulso de cambiar la vista, pero lo dominé. Mis manos se crisparon sobre el volante. Iba a pensar que estaba siendo un poco dramática pero lo dejé para pensarlo ahora porque en aquel momento pensar me hubiese distraido de la luz. Volví a dominar el impulso de mirar a otro lado. No, espera – me dije – son sólo unos segundos. Respiré con dificultad. Me di cuenta que me faltaba un poco el aire. Sentí como un principio de ataque de pánico. Me repetí que eran solo unos segundos y que ya debíamos estar en los últimos antes que cambiara la luz. Pero me engañaba! El tiempo se había detenido en aquel bombillo rendondo de color rojo que seguía brillando. O al menos eso parecía. ¿Cómo puede un segundo extenderse infitamente? Pero yo estaba determinada a no cambiar la vista, a no moverme, a no respirar si era preciso hasta que cambiara la jodía luz.

Cuando la luz cambió a verde la que estaba roja era yo.
Fueron sólo 16 segundos y por poco me ahogo. Si caigo en uno de esos semáforos de una intersección importante que demoran como 60 segundos en cambiar, el jueguito me puede costar la vida.

Seré dramática?
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Sunday, August 19, 2007

En Grecia

Me complace comunicar que el mes de julio pasado publiqué mi primera novela humorística titulada En Grecia y que si alguien pasa por aquí y desea echarle un vistazo solo tiene que visitar la página donde el libro se encuentra en exhibición. La página es: www.lulu.com/content/847075.

En este momento se puede obtener online desde cualquier parte del mundo y en unos días estará disponible en algunas librerías locales como Books and Books y la Moderna Poesía.
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