Tuesday, February 12, 2008

Viaje al Centro de los Everglades

Había olvidado la vastedad de los Everglades de
la Florida. El pasado domingo los visité de nuevo después de 20 años y me quedé sorprendida con tanta belleza y tantos cocodrilos.
Cocodrilos para hacer dulce.

Nos montamos en uno de esos botes que le llaman airboats y que te dan un paseo por el inmenso pantano. Eramos cuatro. Mis hijos, Juan y Tatiana, la novia de Juan, Noelia, y yo y todos nos sentíamos como temerarios aventureros.

El "ride" o paseo, era de aproximadamente 45 minutos e incluía el desembarco en una islita en medio del pantano, donde hay una construcción de madera en la que unas indias Miccosukkee venden collares, muñequitas, amuletos y otras baratijas, que de baratijas no tienen nada. Pero está bien. Si yo fuera ellos haría lo mismo. Los turistas (incluyéndome) siempre compran algo.

Antes de abordar en el bote, el botero nos aconsejó ponernos unos algodoncitos en las orejas, porque el ruido que hace el aparato ese es bastante molesto. Los algodones son cortesía de la empresa. Mientras esperábamos que él preparara el artefacto, en la terracita del pequeño puerto tenían una especie de barril donde había un baby cocodrilo. Que si lo tocamos? Pues claro. Fotos y todo. Despues de eso comenzamos a verlos por todas partes...y bastante más grandesitos.



Listo el bote nos sentamos muy orondos en el asiento de alante. El bote tenía dos filas de asientos. Detrás de nosotros iba otra pareja de turistas.
Haciendo mucho ruido, arranó el artefacto. Yo tenía la idea de que iba a ir por el medio del canal que bordea la calle ocho.

Realmente no me esperaba que el bote se internara dentro del pantano aquel, que para donde quiera que uno miraba sólo veía aguita con hiebajos y puro cielo. Impresionante. Sobre todo la idea de que si el botesito ruidoso ese chocaba con un cocodrilo grande o una serpiente pintón, muy abundantes en aquellos parajes, íbamos a ir todos a parar a las fauses de sabe Dios que carnívora criatura. Nada, cositas que pasan por la mente de los temerarios aventureros.









El cieguito

Por fin apareció la isla después de unos cinco o seis minutos de viaje. Antes de salir en el bote ya habíamos visto dos cocodrilos. Uno que se quedó ciego precisamente por chocar con la propela de un bote y flotaba inerme pegadito a la orilla y otro que estaba tomando el sol en la orilla frente a donde se estacionan los botes. Al llegar a la isla vimos otro que nadaba en las aguas que rodean la la vieja estructura de madera, donde ademas de las mesas donde las indias tienen sus baratijas, hay otras mesas como para picnics y un puente que recorre toda la islita. Allí vimos una cría de cocodrilitos, de aproximadamente cuatro meses de nacidos que descansaban entre la maleza. La madre no estaba con ellos. Fuera de eso, lo más espectacular que vimos fue un racimo de plátanos que colgaba de una mata que había en la isla y uno de los platanitos tenía un "sticker" de Chiquita Banana.









El regreso fue igual de excitante entre la belleza y tranquilidad de la extensa cienaga y el temor de caer en aquellas aguas. Todos coincidimos en que había sido un lindo paseo pero queríamos más.
Continuará....



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