En esta sociedad tan competitiva, en la que todo el mundo quiere ser él o la que más “algo”, me doy cuenta que resulta difícil permanecer immune a tanta presión.
Así es como te encuentras, sin querer, porque una no se considera taaan competitiva como los otros, revelando a las otras señoras que esperan su turno en el ginecólogo, que tu hijo mide 6 pies y dos pulgadas, cuando una de ellas mencionó que el suyo media 6.1.
Claro, te resulta conveniente que te llame la enfermera en el momento que la misma señora comenta sobre todas las medallas deportivas que se ha ganado su hijo, porque tu sabes que High Ball y Relaxed Swimming no están considerados deportes olímpicos.
Luego vas manejando felizmente por la calle y sientes el rumor suave y melodioso de un Mercedes Benz que te pasa por el lado en evidente desafío. Tu eres una persona sensata, serena, pero, “Psss, ¿que se ha creído ella?” – piensas- “¿Que su Mercedes corre más que mi Honda? ¡Eso lo veremos!” Ahí mismo pisas con fuerza el acelerador, con tan buena suerte que en ese momento ella comienza a frenar porque ve que van a poner la roja… y tú, preocupada por ganar la carrera, te la llevas. “Já…te gané! – Dices, dibujando una sonrisa de triunfo en el espejo retrovisor.
Crees que no eres tan competitiva como los otros pero cuentas las veces que esa chica joven trota alrededor del parque y y tu le das una vuelta más…o media.
Si te estas soleando con tus amigas, no te sientes lo suficientemente tostada hasta que te conviertes en un chicharrón chorreando aceitico bronceador.
A veces corres por las escaleras para llegar triunfante (y jadeante) antes que el elevador.
Y ya el colmo, lo que me inspiró a escribir esta nota, llegas al baño junto con otra senora, cada una entra en un cubículo, ambas comienzan a eliminar líquido a la misma vez, pero ella termina antes y tú te sorprendes pensando, “la verdad que cuando yo abro la pila…no hay na’ pa nadie.”
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