Un amigo me llevaba, en un viaje por el pasado, a la escuela Delfín Sen, en Cuba, donde estudié la enseñanza primaria. También iba una amiga cercana, pero no puedo recordar quienes eran ninguno de los dos. El amigo sólo me llevó hasta allí y luego desapareció.
Al llegar a la escuela cambió la luz del sueño. La imagen tomó un tinte medio amarillento rojizo, como el color que toman algunas fotos viejas.
Llegamos a la parte trasera de la escuela, donde había un patio grande en el que los niños formaban filas antes de entrar a clases. En la realidad esa parte no era así, pero lo demás era asombrosamente parecido a como debió ser en aquella época.
Los niños más pequeños, como de primer grado para abajo (preescolar y pre -primario) vestían de blanco. Los más grandecitos vestían otro uniforme que yo reconocí enseguida, y creo que algunos llevaban la pañoleta de pioneros.
Yo me emocioné mucho pensando que a lo mejor podía verme a mi misma y a mi hermana entrando en la escuela, o entre aquellos niños que formaban filas. Pero no, no estábamos allí en ese momento.
Mi amiga y yo entramos junto con los niños, y ahí comenzó el paseo por el patio de la escuela. Yo le iba a diciendo a ella lo que era cada cosa.
Estaba el edificio pequeño, que era como una casita y era el aula de kindergarten, había otro al lado (que ese no creo que existía en realidad) que yo le decía que seguro era el aula de preprimario. Próximo a ese estaba el edificio de dos plantas que eran las aulas de cuarto grado arriba y preescolar abajo. Enfrente de esos dos se veía un edificio que yo le decía a ella que era el comedor, pero en realidad yo lo confundí en el sueño. En esa posición estaba el kiosko de la merienda, y no el comedor. Yo pensaba que si entraba ahí me iba a encontrar a la Abuela (cuyo nombre no recuerdo) que era la abuela de una de las alumnas amiguitas nuestras, pero ella siempre estaba allí ayudando como voluntaria en todas las cosas con los niños. Los niños la querían mucho, nosotros en particular. Carmen Rosa, creo que se llamaba la nieta verdadera de la Abuela.
También pasamos por un lugar que era parte de mi imaginación, porque eso no existió en la escuela, al menos, en los años que yo estaba, Era como un edificio medio en ruinas, o sea, estaban sólo las paredes oscuras, pero no tenía techo completo. De lo poco que quedaba del techo colgaban unos equipos que parecían de gimnasia. Y yo le explicaba a mi amiga que eso había sido un gimnasio antes, porque esa escuela antes de ser lo una escuelita primaria, era un instituto de enseñanza superior.
Yo no podía creer lo que estaba viendo. Estaba viajando en el tiempo por la escuela de mi infancia y lo veía todo como había sido muchos años antes. Mi gran preocupación era saber qué año era el que estábamos en aquella Twilight Zone, para ver si era un año en que nosotros estábamos cursando ahí.
Entramos en algo que era como un salón de profesores (en realidad eso no existían en mis tiempos) y había un montón de profesores, leyendo periódicos, conversando, tomando café, etc. Yo no recordaba a ninguno de ellos. Tenían pinta de profesores universitarios. Vestían casi todos de negro, con trajes y sobretodos. Nosotros nos sentamos en una mesa donde había dos o tres profesores y nos pusimos a conversar con ellos. Yo no podía decirles que venía del futuro, pero lo tenía en la punta de la lengua. Quería preguntarles en que año estábamos pero sabía que la pregunta iba a sonar estúpida porque ¿quién no iba a saber en que año estábamos? Una de las profesoras, no sé por qué, me puso un test de pronto que era como dibujar un pájaro, que había que dibujarlo al revés, pero yo lo que agarré fue el periódico que había arriba de la mesa, buscando la parte donde decía la fecha y no podía encontrarla, hasta que al fin en algún lado vi que decía 1965.
Saqué la cuenta, Yo tendría siete años. Si estábamos antes del mes de enero, estaba yo allí, si era después del mes de enero, ya me habría ido para la escuela de natación, porque en ese año fue que nos becaron en la escuela de natación.
Pero ahora lo que yo quería era ver si las maestras que yo recordaba con tanto cariño estaban ahí, especialmente la maestra Georgina, de 1mer grado. También recordaba a la maestra Yolanda (segundo grado) y la de cuarto que no me acuerdo el nombre, pero esa no la recordaba con mucho cariño porque metía unos reglazos del caray.
Le dije a mi amiga que quería ir al aula de primer grado, a ver si estaba la maestra Georgina. Al principio íbamos a entrar al pasillo que daba al aula por una ventana a la que había que encaramarse (eso lo inventé yo en el sueño porque no había tal pasillo), pero al comprobar que no era fácil, decidí entrar por la puerta.
Caminamos por un pasillo que daba a la puerta del aula de primer grado.
Me paré en la puerta y vi a la profesora Georgina, tal y como la recuerdo, dando clases.
Ella vino hacia la puerta y yo la abracé llorando. Ella no sabía quien era yo. Entre sollozos le dije que yo era una vieja alumna de ella, de muuuchos años atrás. Claro, para ella eso significaría de 1965 hacia atrás. Entonces yo le preguntaba si no se acordaba de Tatiana y Patricia. No. Tatiana, la pelirrojita. No.
Ahora pienso que ella debía recordar bien a Tatiana y Patricia especialmente porque Patricia estaba en clases en ese momento, o había estado (si fuera después de enero) hasta hace poco. Pero ella dijo que no nos recordaba, y a mi me parecía lógico y además no me importaba. Lo que me importaba era el hecho fantástico de que pudiera verla, que pudiera visitarla en esa época, viniendo desde hoy.
En ese momento, llorando aun, me despertó el timbre del teléfono. En este escrito faltan muchos detalles que había en el sueño que no puedo describir.
En otro momento, antes de ver a Georgina, pensé que tal vez, si nos quedábamos un rato, hasta la tarde, podía ver a mi padre llegar a buscarnos. Me emocionó indescriptiblemente la idea de poder ver a papa, en vivo y en directo. Casi me lo imaginé bajando de su auto y entrando a la escuela para recogernos a Tata y a mí.
A pesar que me desperté llorando cuando el timbre del teléfono me sacó de la escena de la maestra Georgina, me desperté muy feliz por haber hecho ese viaje al pasado. Me di cuenta que se puede. No hace falta máquina del tiempo, sólo una vívida imaginación y una amplia capacidad de soñar.
2 comments:
Bueno pues que bueno. Dicen que todos soñamos pero yo, si lo hago nunca me acuerdo.
Lo haces, Mack, lo haces. Lástima que no te acuerdes. Pudieran ser interesantes tus sueños.
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