Carretera Habana-Matanzas Durante los meses que precedieron mi viaje a La Habana me sentí un poco nerviosa, pero hice lo posible por esquivar todo tipo de señales que pudieran ensombrecer mi entusiasmo por reencontrarme con mi familia, mis amigos y mi raíces.
Mi hija a cada rato me decía que tenía un "bad feeling". Y yo le decía "no spiki inglish". Su "bad feeling" era por quedarse bajo la tutela del padre y la tía Ritica que la llevan más recio que yo, así que no le hice mucho caso.
Cada vez que veía un gato negro le buscaba ansiosamente una pintica blanca...o al menos un manchón de polvo para desasociarlo de la mala suerte. Pero cuando un día llegué a casa de mi tía y vi que tenía una foto mía que los perros habían tumbado y el cristal estaba rajado, las piernas me temblaron.
Tragué en seco y me dije: Bue...todo lo que sucede conviene (con eso siempre me consuelo). Si está de Dios que algo me pase, que alguien se me encarne, que el avión se caiga, o que se forme una rebambaramba estando yo allá...pues que así sea. No hice ni testamento. No por supersticiosa sino porque no tengo na que dejar.
Un par de días antes de irme (y esto lo confieso aquí por primera vez) me metí contraria por la mismísima calle de mi casa, por la que doblo todos los días. Menos mal que mi Angel de La Guarda estaba atento a mis distracciones. No pasó nada porque no venía nadie y me dio tiempo a reaccionar después que otro vehículo, que dobló por donde había que doblar, se desgañitó pitándome.
La víspera de la partida trabajé todo el día. Ya yo tenía mis cositas listas mas o menos, aunque me faltaban por lo menos tres amistades que venían a traerme sus encargos para sus familiares.
Lo apretujamos todo en el consabido gusano, el cual me aseguré de que no se pasara mucho de las libras estipuladas para evitar líos en ambos aereopuertos.
Cuando todo estaba listo decidí descansar un rato. Estaba nerviosa pero agotada. Era cerca de la una de la madrugada y yo tenía que estar a las 6 AM en el aereopuerto. Puse el despertador para las 4 AM y me acosté. Un poco mas tarde llegó mi hijo que me iba a llevar. Me sentí muy tranquila sabiendo que él estaba ahi y dormí a pierna suelta hasta las cuatro.
Mi hija había salido ese día a Disney en el viaje tradicional de los graduados. Llegarían en la madrugada, quizá por la mañana. Me dolía pensar que iba a partir sin verla, pero ya nos habíamos despedido por la mañana.
A las cuatro me levanté, me bañé, me tomé un café y desperté al niño (él es un poco grande pero para mi es un niño todavía).
Salimos como a las 5 y media directo a recoger a mi amiga Faty quien junto a Juan Manuel formaba la comisión oficial de despedida.
A pesar del poquito de nervios, comencé a sentirme positiva y optimista. Atrás fueron quedando las dudas, los miedos, las aprensiones.
Entrando por la puerta de la terminal se nos acercó un amable hombre afroamericano para ayudarme con la maleta. Nos llevó directo a uno de esas maquinitas que envuelven el equipaje en nylon.
Cuando le di la propina, le sonreií y le di un par de vueltas al billete en mi mano antes de ponerlo en la suya. A él le hizo gracia el gesto y pam! me espantó un beso en la mejilla.
Aché pa mi! -pensé.
(oye que no nos libramos de las raíces afrocubanas y su distintivo sincretismo religioso)
Sintiéndome mucho mejor, después de despachar el equipaje nos fuimos a desayunar en La Carreta de la Terminal. El vuelo estaba señalado para las 10 de la mañana, pero había una fila tan larga y tanta demora para chequear el equipaje que dudé que saliera a tiempo. Yo misma había estado casi una hora en esos trámites. Es por eso que lo citan a uno a las 6 AM cuando el vuelo sale a las 10.
Terminando de desayunar tuve otra feliz sorpresa. Mi hija había regresado y venía camino del aereopuerto para despedirme. Felicidad completa.
Conversamos un ratico y nos depedimos. Ya eran las nueve y algo y yo debía entrar. Todavía me faltaba pasar por el control de seguridad.
Los "niños" despidiendo a la mamá viajera
Los niños y la Fabulous Faty en función de despedida
Ellos tomaron su rumbo y yo el mío hacia la fila del control de seguridad. Allí lo habitual. Quitarse los zapatos y poner cartera y todo lo que uno lleva dentro de una tareca plástica, pasar por dos puertas de detección de armas o explosivos y finalmente pasar al área de espera para abordar el avión.
En el área de espera compré una revista Hola para mi amiguísima Nora (la mamá de Faty) que a ella le encantan, una People para mi (para ponerme al día en chismes de famosos, frívola yo) y una botella de agua (costumbrita de este milenio).
Un ratico después, comenzaron a llamar y enfilar las personas en sillas de ruedas, incluyendo un guajirón que parecía futbolista de lo fuerte que estaba, de quien Faty me había dicho: "Mira los molleros del tipo ese...eso de la silla de rueda se ve a la legua que es un tumbe."
Yo noté que el tipo realmente estaba fortudo, pero le dije: "Ay Faty, los inválidos fortalecen mucho sus brazos teniendo que usarlos para todo." Y Faty me dijo: "¿Si? ¿Y el par de jamones que tiene de muslos, cómo los fortaleció si es inválido?" Humm...Creo que tienes razón - le dije y nos reimos pícaramente.
Me sentaron en el asiento 9 C, lejos de la ventanilla. A mi lado un hombre en sus cuarenta y a su lado, en la ventana, otro más joven.
A las 10 y 15 despegó el vuelo. "I love you Miami...I'll be back soon" pensé y a continuación Padre Nuestro que tu conoces.
Continuará...