Wednesday, May 7, 2008

Crónica del Viaje a Labana. Parte II





Cuando aterricé en el Rancho Boyeros eran apenas las 11. Cuarenta y cinco minutos de vuelo exactos. Después del despegue, cuando el avión se estabiliza en el cielo, las amables azafatas y azafatos se dedican a repartir vasitos plásticos de soda, Coca Cola o Seven up. Yo me tomé un Seven up. El seven es mi número de la suerte y yo me sentía up, arriba… como a cuatro mil pies de altura.

El tiempo de vuelo sólo alcanza para repartir los vasitos y luego recogerlos.
Tan pronto te secas la la comisura de los labios con la servilleta que tan generosamente te provee la aerolínea, ya el piloto está diciendo que volamos encima de La Habana y que se amarren los cinturones que ya vamos a aterrizar.

Toda la explicación de lo que hay que hacer en caso de emergencia la dicen en ingles. Y yo veía como la mitad del avión no entendía ni papa, pero bueno, quien entiende tampoco entiende nada porque lo dicen todo tan rápido y con tal desgano que si uno mira pa’l folleto cuando la azafata lo señala, pierde completamente el hilo de la disertación. Bue…entendí que el cojin del asiento se convierte en salvavidas si el avión cae al agua. Me imaginé a los tiburones que no andan creyendo en dietas fajándose por los que con los cojines esos parecerán bocaditos.

El Rancho Boyeros sigue igual. Una caja cuadrada con paredes de cristales.
Al menos la parte que nos toca a nosotros los visitants del norte. Yo no recuerdo ese aereopuerto. El recuerdo que yo tengo es muy diferente. Pero dicen que hay otra parte que es por donde reciben a las delegaciones diplomáticas que es más bonita. Debe ser ese el que yo recuerdo.

Nos bajamos del avión en una pista pequeña y caminamos hacia la caja con cristales.

Yo entré saludando cortésmente a los segurosos mientras mi presión arterial se elevaba en proporción a la proximidad del encuentro familiar.

El personal del aereopuerto se comportó muy amable en todo momento. Una señora se me acercó para preguntarme si tenía quien me ayudara con el equipaje y yo le dije que no. Ella anotó mi nombre en un papelito y se fue y yo pensé que iba a buscar mi equipaje. Preparé un unos dolaritos para darle una propinita a la amable señora que también me había dicho en que línea debía ponerme. Luego la volví a ver metida entre los equipajes buscando las maletas de otros, no la mía.

Unos minutos después pasé por la casilla de un oficial de inmigración que tomó mis pasaportes, los miró, los acuñó y me los devolvió. Me indicó pasar al otro lado donde debía recoger mi equipaje.

Saliendo por esa puerta lo primero que me encontré fue un buró en el que había un doctor y una enfermera.

-Pase por aquí, señora- me dijo el doctor- ¿Se siente bien?
-Si - le dije-
-Le digo porque tiene los cachetes muy colorados. ¿Le tomo la presión?
-Si - le dije- seguro la tengo alta porque me sube de la emoción y me siento los cachetes ardiendo.
. La tienes un poquito alta. ¿Quieres tomarte un meprobamato?
-No, no, no hace falta….eso se me quita ahorita. Muchas gracias.

El me preguntó mi nombre y yo el de él. Se llamaba Alberto. Antes de dejarme escapar me dijo (y esto me partió el alma)
-¿No tienes un chiclecito por ahi? ¿O algo para tomarme un café?

Yo tenía de los dos, pero le di para tomarse un café mejor. También le di a la enfermera que no había abierto la boca. Yo sabía que eso es una práctica ya entre los cubanos que trabajan en contacto con los visitantes…pero aun así me dolió ver a un doctor mendigando un chiclecito. Y es que los doctores son los que menos contacto tienen con los dólares o la moneda convertible que circula en Cuba que le llaman CUC. Tienen que buscársela de alguna manera.

Aparte de ese sombrío incidente, yo estaba felíz que de que todo había salido tan bien. Hubiera sido perfecto si mi gusano envuelto en plástico y con un lacito rojo que yo le había puesto para distinguirlo, no fuera exactamente igual a 45 gusanos más envueltos en plático y con lacitos rojos. Evidentemente el rojo es el color preferido de los viajeros.

Me demoré casi una hora esperando que mi gusano saliera por la estera mecánica esa. Unos perritos muy monos andaban metiéndose entre todo el equipaje y olisqueando aquí y alla para ver si alguien traía drogas…me imagino.

Yo quise sacarle una foto al perrito y se la saqué, pero de inmediato un oficial me hizo señas con la cabeza para que no hiciera más fotos.
-¿No se puede?
-No, no se puede.
“Oukay.” Guardé mi cámara y seguí esperando y buscando mi equipaje.



Yo estaba como el perrito, metida entre todos los gusanos aquellos buscando el que tuviera el nombre mío, hasta que al final salió por la estera. Al parecer mi gusano fue uno de los primeros que abordó el avión.

Lo mismo le pasó al futbolista de la silla de ruedas, que ya para entonces se había quitado la careta y andaba muy diestro entre todos los bultos que habían en el piso, buscando el suyo. Me acordé de Faty y por poco le tiro una foto al tipo, pero ya me lo habían prohibido.

¿Qué es la felicidad? Un sentimiento de alegría y reconciliación con la vida que dura sólo instantes y es provocado por causas diversas. En ese momento felicidad para mi era encontrar mi gusano, que no se hubiese perdido con las sorpresitas que yo le llevaba a mi familia y los paqueticos de mis amigos para los suyos. Así que al verlo me puse más feliz que el tipo de la silla de ruedas que se había convertido de inválido a totalmente capaz en sólo 45 minutos.

Agarré mis pertenencias y partí para la puerta de salida. Pero allí me viraron. Todavía tenía que pesar el equipaje. El mío estaba por debajo del peso que ellos permiten, asi que no tuve ningún problema. Para los americanos tenía 20 libras de soprepeso, pero para los cubanos estaba en mi peso ideal.

Ya sólo me separaba de la commision de recibimiento la misma oficiala que me habia mandado a pesar el equipaje. Le mostré mi papelito y atravesé el umbral que separa a los que están bajo aire acondicionado de los que están esperando bajo el cálido sol habanero.

Continuará.
El oficial del departmento de Seguridad y Prevención de Entrada de Drogas y Objetos Sospechosos, Teniente Haw Haw, con permiso de su superiores salió a hacer pipí.
Crónica del Viaje a Labana. Parte IISocialTwist Tell-a-Friend

3 comments:

Anonymous said...

Patri, tienes una forma de escribir que lo enganchas a uno para seguir leyendo. Ya se acabaron las historias de macumba?
Lulu.

Patricia said...

Flaquis, la historia de Macumba no se ha terminado, solo que estaba esperando que alguien protestara...

La cronica la continuo el lunes y Macumba sigue...te prometo.

Anonymous said...

OK, estaré al tanto
Lulu