Este elegante perro encorbatado llegó a mi casa el 24 de diciembre del año 2009. Nadie lo trajo. Vino solo. Se apareció en la puerta de mi casa en el momento en que despedíamos a algunos familiares que habían cenado con nosotros. Se metió entre las piernas del padre de mis hijos y levantó sus ojitos medio achinados en una súplica imposible de pasar por alto.
Estaba tan lindo, tan bien cuidado aparentemente, que pesamos que se le había escapado a alguien. No llevaba collar. “Dejémoslo en el patio esta noche y mañana ponemos cartelitos por todas partes a ver si aparece el dueño.” Acordamos.
El perrito lloró toda la noche. No le gustó la idea de quedarse afuera, aunque le pusimos agua comida y hasta tenía un par de sofacitos de patio para subirse. Nos dio ganas de entrarlo pero también teníamos a las otras dos perritas veteranas y no sabíamos como iban a reaccionar todos juntos. Afuera se quedó.
Al día siguiente lo retratamos y pusimos carteles por todo el barrio. Concluimos que era una mezcla de labrador con pitbull. Los ojos chinos lo delataban. Pero era un hermoso ejemplar. Tendría unos ocho o nueve meses. Es un perro mediano pero super musculoso. Estaba asustado, confundido. Alguien que en un principio lo acogió y hasta lo enseñó, porque venía con buenas costumbres, lo había dejado ir...Al menos eso pensamos cuando vimos que nadie llamaba para reclamarlo.
Le pusimos Obama, pero le decimos cariñosamente Obie.
Mi hijo se encariñó rápido con él. Mi hijo también había terminado una relación importante en su vida y estaba tan asustado y confundido como el perro. Los dos se compenetraron pronto. Todo niño debe tener un perro y aunque el mío esta un poco crecidito para mi sigue siendo un niño. Por eso y porque la mirada suplicante del animal me desarmaba constantemente soporté todo lo que sucedió después.
¿Qué sucedió después?
Mañana les cuento.
2 comments:
Me quede con ganas de saber lo del perrito. Manana te visito.
Gracias, visitame!
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