Hace unas semanas me lamenté de las intrusas orugas que atacaron con voracidad mi preciosa mata de frutabomba (papaya). Una matica que yo misma sembré, que he estado cuidando por más de un año, a la que he visto crecer desde un endeble tallito hasta el esbelto tronco que tiene ahora.
Yo no sabía que esas criaturas eran orugas. Casi ni me acordaba de esa palabra. De todas formas, lo que fueran, yo no quise quitarlas de la planta y matarlas porque me apenaba su voracidad. Tenían hambre. No sé por qué eligieron mi mata, no sé de dónde salieron. Nunca las había visto. Al menos aquí, en esta otra tierra. De pequeña sí que las ví, allá donde nací, en el patio de mi casa, donde la tierra era mi juguete y sus habitantes de temporada mis amigos o enemigos. La palabra oruga me recordó todo eso. Y me recordó de los tiempos en que decia: “cardos ni orugas cultivo’. De dónde saqué yo esas orugas, no sé.
Yo nunca perdí la esperanza de que mi mata volviera a echar hojas. Las orugas la dejaron pelada. Las ramitas que cargaron esa hojas parecían secarse por día. Pero yo la regaba con frecuencia. Me parecía que mientras el tallo no se muriera, mi preciosa mata de frutabomba tendría oportunidad de salvarse.
Poquito después, comenzaron a brotarle minúsculos retoños que en pocos días se convirtieron en las hojas más verdes y brillantes que jamás he visto en mata de frutabomba alguna. Las orugas seguramente le traspasaron alguna vitamina, o le dejaron algún abono que ella supo aprovechar bien.
¡Qué satisfacción! Mi mata de frutabomba no sucumbió al ataque de las orugas. Porque era solo el ritual natual y mágico en que la frutabomba alimenta una especie necesaria en este planeta para que esta pueda fortalecerse, reproducirse y seguir cumpliendo su misión. ¡Qué pródiga!
Y luego, algún día, después de haber alimentado varias generaciones de orugas, mi mata comenzará a ofrecer frutos. Otras criaturas necesitarán el refuerzo de su preciado alimento, lo obtendrán, y quizá me dejen alguno de esos frutos a mí, para preparar mi deliciosa ensalada de espicanas, con aguacate y papaya, con su aderezo de vinagre balsámico, aceite de oliva y miel , sal, pimienta y orégano.
2 comments:
¿Viste? Hay papaya para todos. Esa fruta es muy generosa y compartidora. Te felicito por tu tenacidad "papayera" y por tus comentarios siempre tan entretenidos.
Gracias Gisela, si...que planta tan generosa. Y la frutabomba es hasta medicinal, debian todos saber. Es buena para el estomago, diz que cura o al menos mucho alivia las ulceras y problemas de acidez.
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