Por fin llegó el día de nuestra partida. No se lo comenté a mis amigas y casi no le di mucha importancia...pero lo pensé. El viaje de ida nos cayó en un viernes 13...Nah! - me dije - para nosotros el dia de mala suerte es el martes 13, así que me aferro a nuestras tradiciones. El viernes 13 es cosa de los americanos.
Sacudida la superstición, el viernes 13, a las 4 de la mañana, ya estaba en pie para prepararme y marchar al aeropuerto. Clarita había acordado venir para mi casa en Uber y de allí mi hijo nos llevaría. La salida fue por Ft. Lauderdale. Mary iba por su cuenta.
Nos encontramos en el aeropuerto, las tres desbordando felicidad. Sacamos nuestros boletos de las maquinitas y salimos a buscar el gate y esperar el momento de abordar el avión.
Cada una llevaba una maleta pequeña y un bolso o maletín de mano. No quisimos llevar equipaje por debajo para no tener que estar esperando. Eso tenía la inconveniencia de que no podíamos llevar líquidos y cremas por el aquello de lo que se puede y no se puede llevar en el avión, pero al final nos arreglamos comprando los envases “travel size” y el perfume, que era lo que más me preocupaba, logré pasarlo sin problema porque el pomo solo contenía la tercera parte y eso era más que suficiente para cuatro días.
Alrededor de las 7 am abordamos el avión. Teníamos de los primeros asientos. Era un avión pequeño, dos asientos a cada lado. A mi me tocaba la ventanilla para la ida y a Clarita para la vuelta y Mary siempre pasillo, pues asi lo habiamos acordado.
Una vez acomodadas, sacamos las famosas gorras (Mary y yo, porque Clarita la tenía “no se donde”) y nos tiramos la primera foto.
Tuvimos un vuelo espectacular y por primera vez en la vida, el piloto era una mujer. Girl Power!
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