Friday, April 3, 2009

Belly Crece...(Cont)

Belly y yo jugando en el suelo



Después de cómo tres semanas sin verla, un día llegaron los dueños de Belly y los dos exclamaron , “Wow! Como ha crecido!

Me fije bien y era verdad. Yo no me había percatado porque la veía todos los días, pero si, Belly estaba enorme ya. Hacia casi tres meses que estaba conmigo. Cumplió el año en enero y ya estabamos en febrero. Yo la tenia desde diciembre.

Noté que su cara había cambiado. Ya tenía cara de perro adulto y esa mirada penetrante que paraliza, que tienen los rottwailers. Alguna que otra vez nos miramos fijamente y sentí miedo, aunque no bajé la vista para que ella no lo notara.

Cuando jugábamos a la pelota, yo la lanzaba y ella salía corriendo a buscarla y luego me la traía pero no la soltaba. Yo tenía que sacársela de la boca. Ella la apretaba entre sus dientes y yo halaba y halaba hasta que la soltaba. A veces pensé, “un día me va a llevar la mano”, pero seguía jugando con ella. Eran pensamientos fugaces. Belly era una perra grande, pero buenaza.

La diversión de las tres perras cuando estaban en el patio era ladrarle al perro vecino. Y él lo mismo. Parecía que se iban a comer unos a otros. En realidad más ladraban Rolly y Dolly y el perro vecino. Belly no ladraba mucho… ella mas bien gruñía y corría de un lado a otro. Lo mismo que cuando alguien pasaba por la acera, al otro lado de la cerca del patio. Yo pensaba, “esta va a ser de las que muerde y no ladra”.


El Perro Vecino

Belly me daba trabajo. Tenía que limpiar la casa todos los días, o al menos barrer o pasar la aspiradora, porque la cantidad de pelos que suelta es extraordinaria. Son pelos que parecen agujas finas. Como pasaba gran parte del día en el patio, se llenaba de tierra. Cada vez que entraba traía polvo y tierra. Por suerte nunca hizo más que una que otra orinada adentro, cuando estaba enferma, porque realmente estaba acostumbrada a salir para hacerlo. Eso si, el patio se llenó de sus saludables desechos, y la brisa del invierno perfumaba el aire en el patio constantemente con el aroma de sus intestinos.

Tenía el patio hecho un asco. Acabó con los sofacitos. No sólo porque se encaramaba en ellos sino porque le dio por sacarles la guata. Se enfangaba las patas con la tierra mojada porque el patio tiene regadío, y todos los días a eso de las cinco se disparan. Ella metía sus patazas en la parte mojada y luego manchaba de fango todo el cemento de la terraza.

Cada vez que ella se iba a bañar yo le daba una baldeada al patio. Pero no se podía estar mucho a fuera por el aroma que ya les conté. Más de una vez me propuse recoger todos los desechos y ponerlos en una bolsa y botarlos en la basura. Pero desistí porque por muy envueltos que los puse, en tres o cuatro bolsas, el latón de basura agarraba una peste que no había quien lo abriera. Dejé que siguieran abonando el patio. Y el patio quedó para ella, porque ni hablar de una reunión allí, ni de salir con la computadora a trabajar respirando aire puro…

EL JUEGO PELIGROSO
Continuará

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