(Una perla de René que encontré entre mis recuerdos)


La gente disfrutaba su periódico una barbaridad: “Debajo de las ruinas, los cadáveres insepultos infectan el aire, multiplicánse más las epidemias,” pero ahora mi objetivo era llegar, sin la menor interrupción, a casa, y ponerme a escribir. Aparte que hacía rato que me dolía un poquito la barriga, pero no, de eso nada, si me ponía a buscar un lugar por lo menos decente y agradable, perdería mi poema. De todos modos, yo mecánicamente, o por aquello de guardarlo y luego leerme lo del desastre, o a lo mejor porque pensaba que alguien me prestaría un lápiz y en los bordes…o puede ser mejor, yo creo que fue por eso: porque arreció el dolor, me decidí a comprar yo también el periódico. Pero el tipo que más apropiado se me hizo, cuando le pregunté, me dijo que lo habían vendido por allí, “por aquí mismo, sí, pero esta mañana”. Creí que era mentira, proque la gente se afanaba tanto leyendo su periódico como si todavía estuviera “calientico”. Ya para esos momentos se me estaba olvidando el final del poema. Vi una cola y me puse, fue por pura intuición, le pregunté al de atrás para qué era y el viejo casi me insultó: “que como era posible, que qué se yo, tan joven, que la gente quería saber detalles por un problema de conciencia”. Pero antes de avanzar ni cuatro pasos, aquello se deshizo, Mi poema, a esas horas, se disgregaba ya, como la cola, perdía verso tras verso. Se me ocurrió seguir al viejo que seguro, saldría inmediatamente en busca del periódico, así hubiera que ir al fin el mundo. Vi que, al doblar la esquina, corrió (no era tan viejo), como un atleta casi, hacía otra cola, pero muy pronto me di cuenta que era la del café. Decepcionado y deprimido, habiendo perdido mi poema, me lance a la tarea de encontrar un servicio. Fue difícil. Cada vez que veía el letrero de “Roto” o la montaña de cajones puestos contra la puerta (como para evitar que hubiera dudas) me entraban más deseos. Mandé al carajo el poema, me di cuenta que no era imprescindible para mí, ni tan bueno como pensé al principio. Ahora comprendía la importancia de haber llegado a tiempo a comprar el periódico, de qué modo si no me iba a limpiar. Dando vueltas había llegado al mismo sitio donde, por la mañana, estuvo el vendedor, vi al tipo al cual le pregunté (me di cuenta que no me había engañado, pues todos los periódicos estaban arrugados, no eran nuevos). Pregunté (con cuidado que no me fuera a oír el anterior) a otro que dónde estaban vendiéndolo (va y me lo regala, si ya lo había acabado) pero dijo lo mismo que el primero y ahora sin levantar los ojos de la plana. Pero le rogaría, le explicaría a alguien que lo tuviera, la vital importancia que tenía para mí. Aunque veía a la gente tan enfrascada, tan entusiasmada con la lectura, me veía a mi mismo, ya temblando, ya verde (seguro estaba verde) del deseo, de la necesidad, que me aterroricé. Aunque no lo explicara, se daría cuenta, y nadie, aunque no lo quisiera, iba a quererlo dar para que uno se limpiara las nalgas con tantos muertos. Entonces empecé a buscar un inodoro, sin preocuparme de qué haría después. Y lo encontré, La gente se apartó al ver como venía. Vi movimientos rápidos de manos, de poses y de señas, alguien salió, Seguro la mirada que yo le eché apuró al que estaba en la taza.
Fue un alivio tan grande, que no hubiera cambiado mi poemario, ni nada, ni la obra de arte más rotunda de la historia por aquel momento. Desde mi puesto veía (ya estaba solo) cuántas inscripciones, cuántos dibujos, versos pornográficos y lemas de toda índole había en la pared. Y cuando terminé, que mi mente otra vez se puso en orden, comprendí, sólo entonces mi estúpida idiotez por no quitarle el dichoso periódico a cualquiera, fue cuando vi que no tenía ni siquiera pañuelo, que de tanto papel, en tal estado lleno de porquería, no era ninguno aprovechable, y nada me importó, Y lo hice con mi mano, con la mano que hacía como diez años no escribía un maldito poema, con la mano.
Y la mano, solita, eso lo puedo jurar y asegurar, fue a la pared, primero para limpiarse ella a su vez, y luego para escribir, (debo reconocer que sentí asco, que me sentí aplastado, destruido, miserable, para escribir allí (aunque ya lo olvidé, ni sé de qué se trataba, mi único poema.
No comments:
Post a Comment